Maltrato, abuso y acosos sexual
El abuso sexual atenta y pone en riesgo el normal desarrollo de la personalidad de la niña, niño o adolescente, así como la comprensión sobre su propio cuerpo y sus sentimientos. Con ello, se violentan también las reglas sociales, legales y sus derechos humanos.
Cuando es cometido por familiares disminuye profundamente la posibilidad de desarrollar relaciones confiables, cercanas y seguras con madres o personas significativas, lo cual eventualmente repercutirá en sus relaciones futuras.
Con el abuso sexual, todos los ámbitos de la vida del agredido(a) pueden llegar a afectarse.
Durante los episodios de abuso sexual, niñas, niños y adolescentes pueden experimentar un cúmulo de emociones que dificultan la resistencia a las agresiones o la posibilidad de solicitar ayuda a otras personas, incluso puede llegar a afectar sus manifestaciones al verse invadidos(as) por el miedo, la vergüenza o la reacción de los familiares ante los sucesos.
Enseguida se enlistan algunos ejemplos:
Culpa.
El agresor envía mensajes para que niñas, niños y adolescentes se sientan culpables por la agresión sexual. Si éste se descubre, se sentirán culpables por las repercusiones que se causen, por ejemplo: la separación familiar o la sanción legal al abusador(a).
Vergüenza.
Experimentan la sensación de que su intimidad es violentada, comienzan a pensar que están dañados o “marcados”, de que todos(as) lo saben, hay una alteración profunda de la autoestima.
Traición y desconfianza. Por parte del agresor(a) sexual o de quienes fracasan en proteger. Las personas en las que confía le fallaron y puede crecer desconfiando de todos(as) y por todo. Si la niña, niño o adolescente denuncia o se descubre el abuso sexual y los familiares no les creen o apoyan, aumenta el sentimiento de traición.
Disonancia cognitiva. Niñas, niños y adolescentes no tienen el desarrollo cognitivo como para decodificar los hechos, les es difícil comprender por qué el abusador(a) les dice que lo que hacen está bien pero que no le digan a nadie.
Confusión. Los mensajes que reciben los niños o las niñas, son contradictorios y confusos: de la misma persona reciben la agresión y el afecto. Pueden experimentar sentimientos simultáneos como amor-odio.
Miedo y vigilancia constante. Esperando que se presente de nuevo la situación de abuso.
Pacto de lealtad y de protección mutua con el abusador(a). El agredido(a) está indeciso y tiene miedo a romper el silencio sobre el abuso, realiza un sacrificio personal para mantener la unidad familiar.
Puesta en marcha de mecanismos de defensa para sobrevivir. Negación, retractación, evasión de los hechos.
Es importante saber que el abuso sexual siempre tiene efectos, los cuales varían según su edad [de la niña, niño y adolescente], grado de desarrollo cognitivo y emocional, el daño físico producido, los factores resilientes, el contexto cultural en que viven, el tipo de vínculo con el perpetrador, el lapso de duración y el tipo de abuso, la utilización de amenazas o manipulación, la detección temprana, la reacción y actuación de la persona que detecta o recibe la revelación espontánea de los hechos por parte de niñas, niños o adolescentes y el tratamiento proporcionado a las víctimas. El sexo y edad del agresor(a) o los medios utilizados no hacen diferencia alguna en las consecuencias que sufren niños, niñas o adolescentes.
Las investigaciones refieren la existencia de daños en la salud física y mental a corto plazo, como los que se muestran a continuación:
Salud física
A corto plazo
Lesiones anales o vaginales.
Embarazo no deseado.
Infecciones de transmisión sexual: gonorrea, clamidia, tricomoniasis, sífilis, VIH / SIDA y hepatitis B, vaginitis, verrugas genitales, proceso inflamatorio pelviano, infertilidad.
A largo plazo
Trastornos no inflamatorios de los órganos genitales femeninos, imposibilidad de tener orgasmos, dolores pélvicos crónicos, menopausia temprana.
Incontinencia anal o vesical.
Salud mental
Corto Plazo
Reacción de estrés agudo: ronchas en el cuerpo, dolores de cabeza o abdominales frecuentes, etcétera.
Trastorno de estrés postraumático.
Crisis de pánico.
Depresión.
Ansiedad de separación de las personas quienes le cuidan.
Fobias.
Afectaciones al sueño: terrores nocturnos, pesadillas, insomnio.
Trastornos de la ingestión de alimentos anorexia, bulimia u obesidad.
Trastornos psicológicos y del comportamiento asociados con el desarrollo y orientación sexual.
Pérdida del control de esfínteres: enuresis (orina) y encopresis (materia fecal)
Largo Plazo
Baja autoestima.
Estigmatización.
Realizar conductas de riesgo, ausencia de autoprotección.
Ideas suicidas e intentos de suicidio.
Fracaso escolar.
Abuso y dependencia de alcohol y/o drogas.
Conductas delictivas.
Relaciones familiares conflictivas.
Negligencia en el cumplimiento de obligaciones.
Aislamiento social, menos interacciones sociales, baja participación en actividades comunitarias.
Dificultad en las relaciones de pareja, elevado índice de ansiedad social, estilo parental permisivo, percepción negativa de sí misma(o) como madre o padre, uso de castigo físico ante conflicto con sus hijos/as.
Revictimización.
Transmisión intergeneracional.
Niñas, niños y adolescentes que han sido víctimas de violencia sexual deben recibir atención psicológica o psiquiátrica para determinar de qué forma se fortalecerán los aspectos resilientes y en su caso el tratamiento adecuado a su situación particular.