La paz armada y la Primera Guerra Mundial

Al finalizar el siglo XIX la rivalidad económica y política entre los viejos imperios y las nuevas potencias europeas habían llegado a su máximo nivel. La competencia entre las naciones estuvo acompañada de un sentimiento de nacionalismo que justificaba las acciones militares para proteger las posesiones coloniales ultramarinas, pero también para modificar el reparto territorial dentro de la misma Europa. Los territorios de la Península de los Balcanes, pertenecientes al Imperio Turco Otomano, eran codiciados por las potencias y fueron el motivo de varias confrontaciones. Austria-Hungría y Rusia se enfrentaron por este motivo y pese a que el imperio zarista no podía competir económicamente con las otras potencias, sí lo podía hacer en el aspecto militar por lo que constituía una amenaza para el statu quo territorial de Europa.

La profundización de los enfrentamientos fue adquiriendo niveles preocupantes y conforme iniciaba el siglo XX, la carrera armamentista ocupó la atención de los rivales. Además, la producción en gran escala de armamento se dio una vez que la guerra comenzó, así, durante la conflagración se desarrollaron de manera importante los avances técnicos que le darían la ventaja a uno u otro bando.

NACIONALISMOS Y RIVALIDADES

La alianza entre los países para enfrentar al enemigo no es un fenómeno exclusivo del siglo XIX, lo singular de la época imperialista es que estas uniones se formaron en el momento en el que el desarrollo económico había dado lugar a que varias naciones tuvieran un poderío. Se trataba de la confrontación entre países europeos tan influyentes económica y políticamente, que cada cual tenía la capacidad de enfrentarse al otro, por lo que fue necesario formar alianzas para oponerse al contrario y desalentar cualquier agresión.

La Conferencia de Berlín (1854-1855) había sido el escenario en el que las potencias midieron sus fuerzas. La reunión se había planteado en términos amistosos para establecer formas más “civilizadas” de repartirse los territorios que todavía no habían sido conquistados; sin embargo, dicha conferencia puso al descubierto que las grandes potencias no estaban dispuestas a negociar nada en cuanto a sus posesiones coloniales. En pocas palabras, quedaban evidenciados los apuros que pasarían los rivales en caso de enfrentarse en una guerra.

Los intereses económicos fueron un elemento muy importante en el enfrentamiento entre las potencias europeas, pero el nacionalismo jugó un papel ideológico decisivo en la radicalización de las contradicciones, éste tuvo múltiples formas. Existió un nacionalismo de derecha (conservador) que rechazaba las ideas socialistas, y liberales, así como lo extranjero; además era partidario de la expansión territorial basada en la idea de superioridad de su nación. Contrario a éste, hubo otro que promovía el derecho de un pueblo a ser independiente, rechazando el sometimiento a una nación económica o militarmente más fuerte. También los socialistas y las organizaciones obreras lo reivindicaban pero rechazaban la expansión y el dominio de otros países. Por desgracia, el nacionalismo que predominó fue el que tuvo tintes xenofóbicos, el “odio al vecino” quedó de manifiesto en la víspera del estallido de la Gran Guerra.

Otro aspecto importante de la cuestión nacional fue el que se presentó al interior de los imperios. Debemos recordar que los imperios existentes a finales del siglo XIX se habían formado con la unión, forzada o más o menos voluntaria, de distintos estados vecinos en una misma entidad geográfica y política, aceptando formar una unidad y sujetarse a las reglas que ésta imponía. Pero la unidad no borraba las múltiples diferencias -algunas de ellas muy profundas-, las había de carácter económico, político, militar, étnico, religioso y cultural; esas desigualdades también se hacían sentir en el estatus político y social de las poblaciones sometidas. Esa fue la contradicción que dio lugar a las luchas nacionalistas que buscaban terminar con el sometimiento de los poderosos y formar una nación independiente. Tal fenómeno se presentó en el Imperio ruso, el otomano y en el Austro-Húngaro, éste último fue muy importante dado que los conflictos en la región balcánica (dominada parcialmente por él) fueron el antecedente inmediato de la Primera Guerra.

Previo a la creación del imperio, Austria y Hungría eran dos estados diferentes. Austria había formado parte del Sacro Imperio Romano Germánico el cual se disolvió en 1806, posteriormente se integró el Imperio Austríaco que abarcaba los actuales territorios de Italia, Polonia y los Balcanes. En el territorio imperial cohabitaban un gran número de nacionalidades: alemanes, checos, polacos, rumanos, húngaros, italianos, ucranianos, croatas, eslovacos, eslovenos, serbios, y otros grupos menos numerosos; por esta razón existía un gran mosaico cultural en la región. En 1859 Austria vivió una guerra contra Cerdeña y en 1867 lo hizo contra Prusia, en ambas ocasiones fue derrotada. Sus fracasos bélicos evidenciaban su debilidad, lo que le llevó a buscar una unión con Hungría para formar, en 1867, el Imperio Austro-Húngaro, ofreciéndole igualdad de condiciones, al menos en papel.

Hungría era un estado independiente, muy poderoso, que formaba parte del Sacro Imperio Romano germánico. Cuando en 1526 murió el rey de Hungría de inmediato fue reclamado el trono por los Habsburgo, dinastía gobernante de Austria, pero la oposición francesa evitó que esto sucediera. En 1541 cayó en manos de los turcos pero fueron expulsados en 1686 logrando la reunificación del reino de Hungría. Para 1848, los húngaros llevaron a cabo un movimiento para independizarse de Austria pero fracasó, y en esta condición se encontraba cuando dicha nación la requirió para formar el Imperio Austro-Húngaro, también conocido como la monarquía dual.

La Paz Armada

El período de 1871 a 1914 ha sido considerado como una época de paz en Europa. No porque no hubiese habido guerra, sino porque ésta no involucró a todas las potencias. Con frecuencia se usó la guerra para doblegar a los pobladores nativos en el proceso de la colonización de Asia, África y Oceanía, y también hubo enfrentamientos importantes entre los países conquistadores que se disputaban los espacios, como sucedió entre Francia e Inglaterra.

La idea de una posible guerra de grandes magnitudes flotaba en el ambiente. Quizá no se deseara pero se vislumbraba. Los enfrentamientos por el reparto del mundo y la inminencia de las ambiciones expansionistas atizadas por los sentimientos nacionalistas de los que no obtuvieron lo que creían merecer, como Alemania, hacía pensar a muchos en la posibilidad real de una conflagración.

La creciente producción de armas era una constatación más de la volátil situación, a ello se debe justamente el nombre con el que se conoce a este momento de la historia: “la Paz Armada”, sin guerra pero preparándose para ella. El desarrollo de la industria de armas había comenzado desde mediados de la década del ochenta con la invención del acorazado equipado con artillería pesada, también se disponía de la ametralladora y de la dinamita. La segunda revolución industrial se aplicó con éxito al armamento desatándose una competencia feroz entre las naciones, porque ya habían asumido como asunto de Estado la defensa de su imperio. El acero, los motores mejorados, los nuevos explosivos: nitroglicerina y dinamita, el fusil de retrocarga, las planchas para blindaje, las torrecillas de acero, los submarinos, entre otras. Las empresas productoras se convirtieron en gigantes de la industria, como la Krupp que producía cañones, la del acero de Carnegie y la de explosivos de Nobel.

Alrededor de 1884, la fabricación de armas sufrió una transformación importante, la cual había comenzado con la industrialización de la guerra en 1840, y mejorar la producción al vincularse la parte industrial con las necesidades militares. Lo interesante de este periodo no era sólo que se produjeran más y mejores armas, sino que estos avances permitieron que otros países superaran a Inglaterra.

La producción bélica podía realizarla un industrial privado o estar en manos del gobierno, quien disponía para ello de una infraestructura que con frecuencia podía quedar obsoleta. Líneas arriba hemos dicho que la producción de armas aumentó en este periodo, pero también hay que señalar que su crecimiento se vio entorpecido en distintas ocasiones por la situación interna de los países. No todos los personajes de la política estaban de acuerdo en aumentar el gasto de guerra gubernamental y tampoco con que se incrementaran los impuestos con ese fin. Así, los partidarios de mejorar el ejército, se toparon con múltiples limitaciones.

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

El crecimiento económico alcanzado por los países que desarrollaron la revolución industrial fue la base de la competencia por el mercado mundial de inversiones y de mercancías. En el siglo XIX África fue el primer escenario en donde se confrontaron los intereses imperialistas de las viejas y nuevas potencias, no obstante, lograron llegar a acuerdos que evitaron el estallido de un conflicto grave. Poco tiempo después los intereses crecientes de las potencias ahondaron las contradicciones, de suerte que el asesinato del archiduque de Austria, Francisco Fernando, y de su esposa Sofía Chotek representaría el detonante de las ambiciones hasta entonces contenidas.

De 1914 a 1918 Europa se vería envuelta en una guerra devastadora que evidenciaba el resquebrajamiento del poderío europeo y que tendría como resultado el desplazamiento del centro de poder hacia los Estados Unidos. El mundo conocido hasta el momento, centrado en las potencias europeas, desaparecería para dar lugar a un nuevo orden mundial.

La Gran Guerra ha sido catalogada como mundial porque además de las cinco potencias europeas: Inglaterra, Francia, Austria-Hungría, Alemania e Italia, participaron los ejércitos canadienses, neozelandeses y australianos, así como los ejércitos coloniales africanos e indios. España, los Países Bajos, los Países nórdicos y Suiza se mantuvieron neutrales.

CARACTERÍSTICAS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Generalmente suele ser bastante complicado el entendimiento sobre conflictos tan llenos de sucesos como una guerra y más si en ella se ven involucrados muchos países y, por tanto, múltiples intereses. Ese es el caso de la Gran Guerra, nombre con el que se conoció a la conflagración que abrió el siglo XX. Por ello es importante tener en cuenta los beneficios que las potencias iniciadoras esperaban tener de su participación en el conflicto. Durante el siglo XIX se conformaron distintas alianzas como un mecanismo de protección frente a las posibles amenazas de países enemigos. Como en tiempos pasados estas uniones no fueron permanentes ya que su vigencia dependía de los intereses políticos del momento.

A finales del siglo XIX ese momento se caracterizaba por la amenaza que representaba Alemania para los intereses de las viejas potencias, lo que llevó a Francia e Inglaterra a hacer a un lado, al menos temporalmente, sus viejas rencillas y formar en 1904 la Entente Cordiale. Por las mismas razones, poco tiempo después Rusia dirimió sus diferencias con Inglaterra y entre las tres formaron en 1908 la Triple Entente. En 1882 Alemania y Austria-Hungría formaron la Triple Alianza y posteriormente se les unió Italia, aunque nunca actúo del lado de los imperios centrales por lo que Alemania lo consideró una traición.

En 1915, después de ofrecerse al mejor postor, Italia se comprometió con la Entente quien le prometió que obtenida la victoria, además de los territorios originalmente ofrecidos, participaría en la repartición de los dominados por Turquía y Austria.

Con la guerra en curso, otros países se adhirieron a uno u otro bloque buscando siempre que su participación les redituara grandes beneficios, como en el caso de Japón que pensaba apropiarse de las Islas del Pacífico y de las concesiones que Alemania tenía en China. En tanto, el Imperio Turco-Otomano y Bulgaria se unieron con las potencias centrales porque la rivalidad entre Alemania y Rusia les brindaba la oportunidad de recuperar territorios e influencia en la zona de los Balcanes.

Mezcladas con los intereses económicos actuaban las pasiones nacionalistas. Las viejas rencillas ya habían incubado un sentimiento de odio hacia el enemigo, y en el contexto de la situación de finales del siglo XIX y principios del XX, los militares, los políticos y los empresarios se encargaron de exacerbarlos para justificar la guerra y asegurar la participación incondicional y entusiasta del pueblo, como efectivamente sucedió al inicio del conflicto.

La prensa también jugó un papel importante en la difusión del nacionalismo irracional difundiendo noticias que exageraban las intenciones de los rivales y alarmaban a la población ante la amenaza de la invasión enemiga.

Bien mirado, el incidente entre Serbia y Austria no debía necesariamente conducir a la guerra y mucho menos involucrar a otras naciones, pero en el contexto de los intereses imperialistas en cuanto se presentó la oportunidad todos se frotaban las manos imaginando su prestigio engrandecido y las correspondientes ganancias territoriales. Veamos algunos aspectos de la situación geopolítica en la que se inició el conflicto y que explica en mucho la irracional disposición a la beligerancia.

En Europa se habían desarrollado distintos enfrentamientos entre las potencias, como la guerra franco-prusiana o la de las Siete semanas entre Austria y Prusia en 1866, o las de tipo colonialista, fueran de conquista o para reprimir levantamientos, incluso algunos de ellos tuvieron una duración considerable, pero ninguno sumó las características tan relevantes que hizo que la gente que la vivió la llamara la Gran Guerra. Mencionaremos algunos de los rasgos que la distinguen de los conflictos armados que le precedieron.

EL DESARROLLO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

La etapa inicial (1914)

A esta fase se le ha llamado la guerra de movimientos ya que al ser la etapa inicial del conflicto se realizaron grandes desplazamientos militares por tierra y mar hacia las zonas estratégicas. Las acciones respondieron a la iniciativa alemana en apego al plan Schlieffen al cual Moltke había hecho una modificación que significaría el fracaso de la invasión a Francia.

En el frente occidental el ejército alemán movilizó sus tropas hacia Francia atravesando Bélgica violando su neutralidad. Los belgas presentaron una inesperada resistencia retrasando la marcha del ejército germano hacia el objetivo galo. En tanto, los franceses concentraron sus ejércitos en la frontera común de Alsacia y Lorena pero las tropas alemanas los derrotaron rápidamente pese al apoyo inglés y la pericia de sus fusileros. En esta guerra librada en las zonas fronterizas perdieron la vida más de 300 mil soldados.

Ante el avance alemán, la Entente tuvo que replegarse y cambiar el plan. Gracias a que el general Moltke, jefe del Estado Mayor germano, había decidido retirar tropas de Bélgica para enviarlas al frente oriental, fue que se encontró la oportunidad de lanzar una contraofensiva aprovechando que los alemanes habían dejado un punto débil. Los franceses enviaron rápidamente más efectivos a la zona en la que ya estaban combatiendo 5 mil marroquíes, librando la histórica Batalla del Marne evitando que París cayera en manos enemigas. Este hecho transcendental dio al traste con el Plan Schlieffen y acabó con la quimera de una guerra de corta duración.

Después de la Batalla del Marne, ambos adversarios -Francia y Alemania- iniciaron la carrera hacia el mar intentando sitiarse mutuamente pero ninguno logró cruzar las líneas enemigas llegando a una situación de estancamiento, muchos muertos y poco avance. Entonces, los alemanes hicieron un segundo intento para invadir París pero nuevamente fueron derrotados por fuerzas inglesas y belgas en la primera batalla de Ypres. La guerra llegó a una situación de estancamiento quedando millones de hombres varados en las trincheras por más de tres años.

En el frente oriental la situación favoreció a Alemania, pero no a su aliada Austria-Hungría quien realmente poseía un ejército débil y mal organizado, tanto que los serbios respondieron a la invasión de la monarquía dual y la derrotaron con una fuerza de 300 mil hombres. Días después, los rusos también la derrotaron logrando tomar la Galitzia polaca dirigiéndose hacia territorio alemán, pero esto no fue posible debido a una estrategia teutona tan bien planeada que una parte del ejército ruso fue vencido en la Batalla de Tannenberg y otra en los Lagos Masurianos.

La situación rusa en el frente austriaco fue diferente porque movilizó a 6 millones de soldados hacia la frontera con Austria para enfrentarse con los 3 millones de vieneses con lo que consiguieron tomar Lemberg, en la Galiztia austriaca. Fue necesario que los alemanes acudieran a ayudar a sus aliados para recuperar la ciudad y hacer retroceder a los rusos, quienes ya habían comenzado a padecer la falta de aprovisionamiento de armas y municiones. Esta victoria en el frente oriental, representó la derrota de la Triple Alianza en el occidental porque como se ha mencionado, los germanos tomaron la desafortunada decisión de sacar parte de su ejército de Francia. En la zona balcánica una serie de batallas habían dejado a Austria y a Serbia en la situación inicial.

La salida de Rusia y el ingreso de los Estados Unidos (1917-1918)

En esta etapa se presentaron dos acontecimientos importantes que favorecieron a ambos bloques contendientes. La rendición de Rusia favorecía a las potencias centrales porque podían concentrar sus esfuerzos en el frente occidental. La entrada de Estados Unidos auxilió a los aliados en tanto que llegaban con recursos frescos de hombres y armamento, pero fue la participación norteamericana lo que dio la victoria a los aliados, de lo contrario Alemania habría resultado vencedora.

IMPLICACIONES DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Las implicaciones fueron variadas y tuvieron formas y gravedad distinta según el país del que se hable, pero lo que fue igual para todos ellos es que se afectó la vida de sus poblaciones, dando lugar a modificaciones en su cotidianidad, pero sobre todo en la forma de ver el mundo. Después de la guerra nada fue igual. Las reacciones recorrieron un amplio abanico, desde los vencidos que seguían en pie de lucha para lavar su honra manchada por la derrota, hasta los que reflexionaban con profundidad y se preguntaban quién o quiénes eran realmente los vencedores ¿un país? ¿un pueblo? ¿un grupo social? Y qué se había ganado. La pregunta estaba en el aire, pero dentro del marasmo de la destrucción del orden social previo comenzaban a dibujarse las respuestas cuando los individuos se miraban sin trabajo, sin comida, sin familia, sin alguna parte de su cuerpo, sin piernas y sin paz interna.

La Sociedad de Naciones y la paz ilusoria

La guerra tuvo repercusiones de diferente índole. En el terreno social la principal afectación se dio en la población dado el número de muertos, heridos, desaparecidos, lisiados y huérfanos. Se calcula que el número de muertos ronda los 10 millones. No es difícil imaginar lo que sucedería en una ciudad con familias desintegradas, mujeres viudas a cargo de la manutención agrícola y el cuidado de los hijos enfrentando las dificultades de una sociedad tremendamente tradicionalista que por necesidad había aceptado que la mujer renunciara al cuidado de su casa para integrarse a las actividades dejadas por los hombres, pero que seguía considerando la figura paterna como irremplazable en la familia.

La actividad económica dedicada a la satisfacción de las necesidades de la población se había orientado a una economía de guerra.

La rehabilitación de las tierras de cultivo abandonadas o arruinadas y de las fábricas maltrechas o destruidas representó una tarea prioritaria para que la producción regresara a la normalidad. Habrá que considerar que al mismo tiempo los países tuvieron que afrontar el pago de la deuda de guerra que habían adquirido, fundamentalmente con Estados Unidos. Como una forma de solventar la carencia de dinero efectivo, los gobiernos emitieron moneda provocando un proceso inflacionario dado que no había una correspondencia entre el dinero que circulaba y los bienes y servicios existentes. En el caso de los países perdedores la situación se vio agravada por las sanciones económicas de que fueron objeto, pues la carga de la reparación de los daños de la guerra se aunó a la carga de la reconstrucción de su país y de su economía.

La cuestión político-territorial fue de gran importancia en la medida que la desintegración del imperio austrohúngaro, del turco-otomano y del alemán reconfiguraron el mapa político y geográfico de Europa. A decir de Eric Hobsbawm (2003) con la Gran Guerra “el edificio de la civilización decimonónica se derrumbó entre las llamas de la guerra al hundirse los pilares que lo sustentaban”. La firma de la paz se formalizó a través de un conjunto de tratados en los que quedaban legalmente acordadas las sanciones económicas y territoriales a las que se hacían acreedoras los países que, de acuerdo con la visión de los vencedores, habían sido los responsables del estallido de la guerra. De gran trascendencia para los acontecimientos futuros fueron las sanciones económicas y la formación de nuevos países.

En las negociaciones fue de gran importancia la Sociedad de Naciones, creada por iniciativa estadounidense, ésta tendría la misión de resolver cualquier problema que se presentara entre los países para evitar que se repitiera la experiencia de la guerra. Sin embargo, cabe cuestionarse si las sanciones que se impusieron a los vencedores, el nuevo reparto territorial y la manera en que estructuraron los nuevos países fueron efectivamente acciones que prevenían una futura guerra o contribuyeron a que, bajo una paz aparente, se gestaran las condiciones que llevarían al estallido de la segunda guerra mundial.

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